El Peso Justo
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Llevamos 150 años tomándolo, pero ahora han saltado las alarmas. Seguramente estés cansad@ de oír hablar de este producto, últimamente nos lo encontramos en la prensa, en las redes sociales e incluso se le dedican episodios completos de programas de televisión, pero ¿verdaderamente es tan perjudicial como anuncian?
Si la información que has recibido hasta la fecha ha sido a través de fuentes más o menos fiables, y no en una noticia que afirma que si consumes una cucharada de este aceite te saldrá un tercer ojo en medio de frente de forma instantánea, ¡te aviso! seguramente todo lo que has leído sea cierto.
El aceite de palma se produce a partir de la pulpa y las semillas de los dátiles de la palma africana y sus principales componentes son el ácido palmítico (grasa saturada) y los ácidos monoinsaturados C18.
Por su elevado contenido en grasas saturadas (alrededor del 50%), su consumo resulta poco recomendable. Sin embargo, el coste reducido y la versatilidad de este aceite han hecho que forme parte de un gran número de alimentos y productos.
Pese a que el tema ha generado continuas polémicas respecto a sus efectos en la salud, las últimas investigaciones parecen confirmar sus consecuencias adversas.
Además, también se ha asociado el aceite de palma con la obesidad, con alteraciones en la flora intestinal e, incluso, con el cáncer (el Instituto de Investigación Biomédica ICREA de Barcelona llevó a cabo un estudio con ratones en el que se comprobó que una dieta rica en ácido palmítico potenciaba la metástasis).
En 2016, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) hizo públicos los resultados de un nuevo estudio. El informe concluía que el aceite de palma produce sustancias tóxicas y cancerígenas —como el glycidol— cuando se somete al proceso de refinamiento, a temperaturas superiores a 200 ºC.
Estos resultados ponen de manifiesto la necesidad de evitar, o al menos reducir, su consumo.
Es recomendable leer bien las etiquetas de los alimentos. Según la Normativa Europea, todos los productos deben indicar el origen de sus grasas vegetales, por lo que el etiquetado mostrará con claridad si el producto contiene aceite de palma o palmiste.
Volvemos a lo mismo de siempre, ningún alimento es malo si se toma con moderación.
Uno de los mayores problemas que presenta el aceite de palma es que ¡está por “todas partes”!.
Sé que nadie lo toma a cucharadas y supongo que usarlo como sustituto del aceite de oliva para rociar una tostada con tomate no es una opción que se le pase a mucha gente por la cabeza (aunque bueno, hay de todo por el Mundo), pero es fácil consumirlo sin apenas ser consciente, ya que está presente en cantidad de productos elaborados de uso muy común: Galletas y bollería industrial, margarinas y mantequillas, cremas de cacao, barritas, pizzas, helados, salsas, patatas fritas, caramelos, canelones, algunos cereales, determinados platos precocinados, e incluso, leche de continuación.
Y todo gracias a su textura, su bajo coste, la larga duración y palatabilidad que aporta a los productos que lo contienen y su fácil manipulación en la industria o en repostería.
Si queremos incluir un aceite más saludable en la dieta, las mejores opciones son el aceite de oliva y el de girasol. Aunque sea cual sea el aceite estará compuesto por grasa (obviamente), se vincula un consumo moderado de los ácidos grasos de estos últimos con ciertos beneficios para la salud.
Los principales establecimientos de distribución españoles se unen poco a poco a esta búsqueda de alternativas y han empezado una campaña para reclamar que cese el uso del aceite de palma en los alimentos. En los casos en que no pueda ser sustituido, proponen que al menos se utilice el que posee un certificado de sostenibilidad.
El ácido palmítico está presente en la composición nutricional de la leche materna, de ahí que en los preparados para lactantes y alimentos infantiles aparezca este ácido graso en su composición.
La diferencia la encontramos en que esta molécula y la que encontramos en el aceite de palma ¡no son iguales!. El presente en la leche materna es mayoritariamente beta-palmitato, mientras que el de los aceites vegetales es su versión alfa.
Para los productos infantiles se sintetiza el beta-palmitato en el laboratorio.
Según un estudio publicado en Nutrition Journal, éste promueve funciones fisiológicas: Influye positivamente en el metabolismo de los ácidos grasos, mejora la absorción de calcio, la calidad ósea y el desarrollo de la microbiota intestinal.
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