El Peso Justo
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Cuando intentaba adelgazar de forma saludable conocí la posibilidad de hacer un ayuno intermitente. Leí que si pasaba unas 18 horas sin comer o tomando un máximo de 500 calorías al día durante dos días a la semana iba a lograr alcanzar mi meta.
Esta forma de comer, que no dieta, estaba avalada por científicos que defendían su idoneidad en lo que respecta a la posibilidad de mejorar los niveles de glucosa en la sangre, reducir la posibilidad de aparición de enfermedades cardiovasculares e incluso retrasar la aparición del cáncer.
No tenía ya excusas para comenzar a comprobar tan positivos efectos sobre mi organismo. Narro mi experiencia a continuación para expresar mejor cómo me sentí durante el proceso.
Comencé poniendo en práctica el ayuno entre las ocho de la tarde y las dos de la tarde del día siguiente. Ignoro si esto me reportó algún beneficio a nivel interno, pero sí aumentó, y de qué forma, mi sensación de tener hambre constantemente. Poco a poco me fui acostumbrando con la ayuda de infusiones, la práctica de ejercicio físico y diversas opciones para evitar darme el clásico atracón en cuanto tuviera la mínima oportunidad.
También me sorprendió que este ayuno te permita comer de todo y con las cantidades que desees. Además, el sabor de la comida cambió a mejor y parecía que disfrutaba mucho más comiendo. Lo del ejercicio en ayunas puede parecer una locura, pero el organismo parece repartir mejor el uso de la grasa acumulada para convertirla en energía.
Poco a poco noté que iba perdiendo peso de forma gradual aunque los cambios fueron tan acentuados que no sabía si estaba, o no, haciendo bien lo que dictaba esta curiosa forma de comer. Había días que me sentía llena de energía y otros en los que no podía concentrarme debido al cansancio acumulado.
Comprendí que el presunto éxito del ayuno intermitente está en la cetosis. Este es el nombre del estado en el que entra el cuerpo cuando usa la grasa como combustible para el cerebro y para moverse. El problema reside en que si bien es cierto que se pierde grasa corporal, no es menos importante subrayar que sin control médico estaba poniendo en juego mi estado de salud.
Tal y como me expuso mi médico, estaba apostando por poner en marcha el metabolismo durante seis horas y por apagarlo, de forma ficticia, durante las otras 18. Este desequilibrio provocaba síntomas como el cansancio, la fatiga y la imposibilidad de llevar una vida normal.
Comencé a darme cuenta que intentar perder peso de una forma tan violenta no era, a buen seguro, la mejor manera de hacerlo. Además, el cerebro me pedía a la hora de comer más calorías de las que iba a gastar por miedo a que no tuviera la energía suficiente para poder afrontar el día siguiente con garantías de éxito.
Este cúmulo de circunstancias terminó provocando que dejase mi ayuno intermitente y que escogiera una dieta saludable. Me percaté de que comer cinco veces al día evita que el organismo acumule grasa porque sabe que cada dos horas va a recibir el combustible necesario para seguir adelante.
Desde entonces he notado que adelgazar me resulta mucho más fácil y que he podido ir acercándome, a buen ritmo, a mi peso ideal. Los resultados me siguen sorprendiendo día a día y cada vez estoy más contenta de haber tomado la decisión de comer mejor y de hacer más ejercicio. Me gustaría que, si has probado el ayuno intermitente, me contases tu experiencia y si también te viste en la situación de tener que dejarlo.
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