El Peso Justo
tu blog para sentirte bien
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Hace ya algún tiempo decidí apostar por tener buena salud. Leyendo el título del artículo podrás pensar que bebía demasiado, pero no era así. Como mucho, un par de cervezas al día y unas copas de vino en la comida dominical. Siempre tuve a bien creerme los estudios médicos que indicaban que el alcohol, tomado con moderación, era positivo para la salud cardiovascular. Sin embargo, llegó un momento en el que decidí apartar el alcohol de mi dieta durante un mes para ver qué sucedía.
La primera vez que fui a comprar al supermercado me tuve que enfrentar al pasillo de las bebidas en el que siempre me paraba en los mismos puntos. El único capricho que me permití fue la compra de cerveza sin alcohol, con una cuarta parte de calorías que la normal. Lo malo vino cuando comenzaron las salidas con los amigos de siempre, que no dejaban de burlarse de mí cuando observaron que pedía una 0,0 para evitar tentaciones. Reconozco que la primera semana fue la más dura.
Cuando bebía alcohol, notaba una sensación de euforia que no tardaba en convertirse en una de depresión a las pocas horas. Al día siguiente me costaba muchísimo concentrarme en mi trabajo y notaba que pensaba con mayor dificultad. A los pocos días de dejar el alcohol, me notaba siempre despierto, con el cerebro a pleno rendimiento, dentro de lo que cabe, y con una mayor capacidad de concentración.
Me considero una persona deportista y aprovechaba las tardes para ir al gimnasio. Cuando me tomaba más cervezas de lo habitual sentía taquicardias y sufría dolores musculares. Tras un mes sin beber, me di cuenta de que estos síntomas habían desaparecido y que mi periodo de recuperación tras el entrenamiento era cada vez más corto.
También noté un interesante cambio en el color de la orina. El hígado es una víscera que consigue repararse de forma automática, pero la ingesta continuada de alcohol ralentiza este proceso, provocando que vaya filtrando los tóxicos que ingerimos a través de la orina. Al no beber, se le quita trabajo también a los riñones que logran equilibrar la expulsión de líquidos del organismo con enorme eficacia.
Una de las consecuencias de dejar el alcohol que más me sorprendió fue que lograba dormir mucho mejor. Siempre pensé que beber ayudaba a dormir bien, pero me despertaba muy cansado. Dejar el alcohol me ayudó a descansar mejor disfrutando de un sueño de calidad.
También comencé a notar que me dolía menos el estómago y no tenía ya ni sensación de ardor, ni de acidez. Debo reconocer que nunca he sido demasiado comilón, pero cuando di por terminada la experiencia quise pesarme para comprobar los efectos de esta decisión sobre mi cuerpo. Perdí dos kilogramos en un mes, lo cual me sorprendió enormemente.
Otra curiosidad. Siempre o desde que tengo memoria de cuidarme he sentido la piel de la cara tirante y seca. Durante el tiempo que no bebí alcohol, fui notando que la piel cada vez me dolía menos y que incluso recuperaba su elasticidad original.
Sin duda alguna, la experiencia fue tan satisfactoria que sigo adelante con mi propósito de reducir al máximo la ingesta de alcohol. No en vano, he seguido mejorando y perdiendo peso poco a poco, lo que me anima a confirmar que mi decisión fue la más acertada.
Me gustaría que compartieras con nosotros si has apostado por dejar de beber alcohol durante un tiempo y cuáles fueron las consecuencias en tu estado de salud.
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